Desde 1990, la mortalidad por tuberculosis se ha reducido a casi a la mitad, pero todavía fallecen cada año cerca de dos millones de personas. Aunque se cura con antibióticos, los pacientes hacen frente a un nuevo escollo: la farmacorresistencia. Nuevas vacunas basadas en entrenar al sistema inmune mantienen viva la esperanza de erradicar la enfermedad, como en su día pasó con la viruela.
La tuberculosis es una dolencia infecciosa que suele afectar a los pulmones. Recibe su nombre de la bacteria que la causa, la Mycobacterium tuberculosis. Se transmite de una persona enferma a otra sana a través del aire, cuando la primera tose o estornuda.
Antiguo sanatorio parar tratar tuberculosis en Ruppertshain (Alemania). Crédito: Michael König. |
Fue el microbiólogo alemán Robert Koch el que descubrió el bacilo —bacteria con forma alargada— causante de la enfermedad. Tras haber estudiado el del ántrax, el 24 de marzo de 1882 Koch anunció el hallazgo de la M. tuberculosis. El microbiólogo aisló el microorganismo y lo hizo crecer en un cultivo, induciendo la enfermedad en animales. El descubrimiento le valió el Premio Nobel de Medicina en 1905.
“A principios del siglo XX la atención de la tuberculosis o tisis, como se solía llamar, consistía principalmente en llevar a las personas enfermas a los sanatorios, que eran instalaciones bien ventiladas —situadas a gran altura— donde los pacientes podrían recuperarse alejados de la población general”, recuerda a OpenMind Nimalan Arinaminpathy, investigador de la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres (Reino Unido).
Pero estos tratamientos tenían dudosa eficacia. No sería hasta la década de los cuarenta cuando se desarrollaron los primeros antibióticos para la enfermedad. En 1943 los estadounidenses Selman Waksman y Albert Schatz descubrieron la estreptomicina, el primer fármaco efectivo contra la tuberculosis.
“Esto transformó a la enfermedad, de tener una condición incurable a ser potencialmente tratable y curable”, subraya a OpenMind Richard H. Ebright, director de laboratorio en el Instituto Waksman de Microbiología de la Universidad Rutgers (EEUU).
LAS BARRERAS DEL TRATAMIENTO
Como recuerda el biólogo molecular, a partir de ese momento los sanatorios se cerraron. El hallazgo de nuevos fármacos —la isoniazida en 1951 y la rifampicina en 1965— y su uso conjunto ayudaron a luchar contra la tuberculosis.
Cultivo del bacilo Mycobacterium tuberculosis que muestra la morfología del microorganismo. Crédito: CDC/ Dr. George Kubica. |
Hoy en día se trata con una combinación de cuatro medicamentos antimicrobianos durante seis meses, un tratamiento largo y costoso para muchos enfermos, que en algunos casos lo interrumpen antes de tiempo. Y no seguirlo contribuye a generar farmacorresistencia, uno de los grandes escollos para erradicar la enfermedad. “Necesitamos urgentemente nuevos medicamentos de segunda línea para tratar a los pacientes con tuberculosis resistente a múltiples medicamentos”, urge Arinaminpathy.
Actualmente los problemas del tratamiento son tres, según Ebright: que dura demasiado tiempo, que interfiere con los fármacos para tratar el VIH (lo que dificulta la curación de estos pacientes) y la expansión de las cepas resistentes a los antibióticos. “Estamos buscando nuevos y mejores medicamentos antituberculosos que puedan superar estas tres limitaciones”, asegura el biólogo molecular.
ENTRENAR AL SISTEMA INMUNE
En paralelo al desarrollo de los primeros fármacos, los franceses Albert Calmette y Camille Guérin idearon la vacuna BCG (Bacilo Calmette-Guérin en su honor), destinada a inmunizar a los recién nacidos. Su aplicación se extendió al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Una enfermera habla con una madre en el área de espera de un hospital de Tanzania. Su hijo tiene que recibir la vacuna BCG. Crédito: ICAP/Nathan Golon. |
“Desde entonces aún tenemos las mismas herramientas para tratar la tuberculosis y no son efectivas porque un tercio de la población está infectada con la bacteria y entre 1,8 y dos millones de personas mueren cada año”, denuncia a OpenMind Maziar Divangahi, profesor del departamento de Medicina de la Universidad McGill (Canadá).
Aunque hay varios ensayos en marcha para validar la eficacia de nuevas vacunas, todavía no son una realidad. Divangahi y su equipo están trabajando en una nueva vía: ‘entrenar’ al sistema inmune para luchar contra la bacteria. En una investigación publicada en la revista Cell, los científicos inyectaron la vacuna BCG en la médula ósea de ratones y consiguieron reprogramar las células madre, las responsables de generar las células inmunitarias.
Gracias a este ‘entrenamiento’, los macrófagos —células del sistema inmunitario que matan bacterias como la de la tuberculosis— consiguieron superar las estrategias habituales del bacilo y acabar con él. “Dirigirse al sistema inmune es la única solución para reducir globalmente la tasa de tuberculosis”, afirma el inmunólogo.
DIFÍCIL DE ERRADICAR
Aunque la Organización Mundial de la Salud se ha propuesto acabar con la epidemia en 2030, los especialistas alegan que hace falta mucha más investigación para conseguirlo y que mejore el nivel de vida y sanitario de grandes franjas de población. En 2016, solo siete países concentraron el 64% de la mortalidad por la enfermedad: India, Indonesia, China, Filipinas, Pakistán, Nigeria y Sudáfrica.
Hay tuberculosis en todo el mundo, pero la mayoría de los casos se producen en Asia (61%) y África (26%). Crédito: OMS |
¿Podría llegar a erradicarse como la viruela, un hito que se consiguió en 1980? “Es sumamente improbable teniendo en cuenta que casi un tercio de la población está infectada de forma latente”, indica a OpenMind Mihai Netea, del departamento de Medicina Interna del Centro Médico Universitario Radboud (Países Bajos).
Esto provoca que muchas personas tengan la bacteria pero aún no hayan enfermado ni la hayan transmitido. El problema es que cuando se desarrolla, los síntomas como tos, fiebre o pérdida de peso pueden ser leves durante muchos meses, lo que provoca que pase desapercibida y se transmita antes de ser tratada. Así es difícil lograr que, como la viruela, pase a la historia.
FUENTE: OpenMind BBVA
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