Entre los Draugr


 No fue hasta mi séptimo mes con las criaturas que estas empezaron a aceptarme. Bueno, "aceptar" no es realmente la palabra adecuada, pero parecían haber decidido que yo no suponía una amenaza para ellos y gradualmente cesaron sus ataques. Aunque era más que capaz de contenerlos (suele bastar con una combinación de hechizos de fuego y de expulsión), admito que me cansé de tener que estar siempre alerta en su presencia.

Nunca sabré si había algún tipo de acuerdo comunicado entre ellos, porque los únicos sonidos que salían de su boca parecían estar en esa lengua pagana que no puedo ni pronunciar, y mucho menos transcribir. Con el tiempo, descubrí más sobre sus intenciones con respecto a mí por sus movimientos generales y el tono más que por palabras específicas. La hostilidad es fácil de leer en cualquier criatura, pero en estos peculiares muertos vivientes, con tales variaciones en el modo de andar y su velocidad, lo que representa un cambio hostil en uno podría ser simplemente un movimiento inofensivo en otro. Los ojos parecen ser la clave de sus intenciones, y confieso que en alguno de mis sueños he visto esos puntitos brillantes en medio de la oscuridad.


Siempre me había preguntado por qué los antiguos sacerdotes del culto del dragón insistían en que sus seguidores fueran enterrados con ellos. Parece un exceso de vanidad pagana arrastrar a tus reclutas a la muerte contigo, pero al integrarme en su presencia comencé a observar los motivos. Cada día, un grupo distinto de draugr se despertaban, se arrastraban al sarcófago de su sacerdote y se postraban ante él. Pasaban varias horas así y luego limpiaban la zona meticulosamente. Parece que los adeptos del sacerdote dragón continúan adorándolo en la muerte, lo que también explicaría la ferocidad con la que defienden sus estancias.


Pasaron varias semanas antes de que me sintiese cómoda acercándome a la última morada del sacerdote dragón. Centímetro a centímetro, hasta que los draugr se cansaron de gruñirme y de tratar de ahuyentar mi tímida presencia. Fui capaz de aplicar unos sencillos hechizos de augurio alrededor de la tumba para estimar qué energías mágicas residían ahí. Cuando el siguiente grupo de draugr vino a rendir homenaje al sacerdote, noté algún tipo de transferencia. Un flujo definido de fuerza vital entre los adeptos y el maestro.


Fue aquí donde finalmente comprendí la idea de resurrección del culto del dragón. La segunda vida eterna solo se prometió a los que ascendían al sacerdocio, pero los funcionarios inferiores contribuían con su fuerza vital para preservarlos eternamente. No sé de qué tipo de fuente eterna se alimentan, pero está claro que cada draugr lleva solo el mínimo atisbo de vida en su interior, y la reavivan cada noche mientras descansan en sus nichos. Ahora creo que las formas grotescas que vemos en los túmulos fueron enterradas con la forma de hombres y mujeres, y que solo con el paso de miles de años se han marchitado hasta convertirse en las cosas espantosas que conocemos. Si hubiéramos visitado un túmulo justo tras su construcción, ¡podríamos no haber sabido que ninguno de sus habitantes estaba muerto!


Estos descubrimientos y extrapolaciones me quitan el sueño, y mi mente desea regresar a los túmulos. Solo me he parado aquí, en el Colegio, para transcribir estas notas y recoger más provisiones para quedarme allí durante un periodo más largo. Mi nueva esperanza es aprender alguna forma rudimentaria de comunicarme con ellos, pues imaginarme lo que podrían decirnos sobre las antiquísimas brumas del tiempo me hace temblar de emoción.


Entre los Draugr por Bernadette Bantien


FUENTE: The Elder Scrolls Wiki


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