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¿Podría existir una máquina de movimiento perpetuo?

 Muchas veces me habéis sugerido que hable sobre las llamadas «máquinas de movimiento perpetuo«, aparatos que parecen funcionar de manera ininterrumpida sin combustible ni ayuda de ninguna fuente externa de energía después de darles un pequeño empujón inicial. Hay un porrón y medio de vídeos en Youtube donde aparecen supuestas máquinas de este tipo pero, ¿realmente pueden existir estos dispositivos? ¿ha construido alguien alguna que funcione de verdad? Por desgracia existen mucha charlatanería e ideas equivocadas entorno a este tema, así que he pensado que sería buena idea escribir una entrada sobre ello e intentar separar la realidad de los engaños.


En primer lugar, el movimiento perpetuo como tal no existe.


¡ENTONCES QUÉ ME DICES DE LOS PLANETAS Y…!


Calma, voz cursiva, caaaaaaaaalma. Deja que me explique.


Si en uno de estos ataques impulsivos le pegaras una patada a un asteroide en un espacio perfectamente vacío, entonces el asteroide empezaría a alejarse de ti a una velocidad constante para el resto de la eternidad.


Pero, repito, esto ocurriría en un vacío perfecto. En realidad, en el espacio sí que hay algo de materia desperdigada por ahí. Muy poca, por supuesto, entre 0,1 y 100 átomos por centímetro cúbico según donde mires, pero algo hay. Y, como un objeto se encontrará de vez en cuando con algún átomo en medio de su trayectoria que se oponga a su movimiento, siempre existirá una diminuta fuerza de «fricción».


Esta fuerza será extremadamente pequeña, por supuesto. Un asteroide pateado por la voz cursiva tardaría miles de millones, si no billones, de años en detenerse en el espacio real (imaginando también que ningún campo gravitatorio lo influenciara). Por eso precisamente los planetas pueden dar vueltas alrededor de las estrellas en órbitas estables. Los planetas pierden algo de velocidad al interaccionar con la materia del espacio, pero se trata de una magnitud tan ridícula que para notar sus efectos deberíamos observarlos durante un periodo de tiempo ridículamente largo, aunque finito.


O sea, que el movimiento verdaderamente perpetuo, eterno, no existe ni siquiera en el espacio, el lugar donde las cosas experimentan la menor fricción al moverse. Es por eso que, precisamente, la fricción es el principal enemigo de las «máquinas de movimiento perpetuo».


Incluso sin tener en cuenta el rozamiento de sus piezas con el aire, todas las «máquinas de movimiento perpetuo» dejan de funcionar después de un periodo de tiempo más o menos largo por un motivo muy sencillo: están compuestas por piezas móviles que se encuentran en contacto entre sí mientras se mueven. Y allá donde existan movimiento y dos superficies en contacto, aparecerá fricción.


De hecho, la fricción es el motivo por el que una fracción considerable de la energía que utilizamos para mover las máquinas nunca llegue a convertirse en movimiento. Por ejemplo, el 30% de la energía liberada por el combustible en el motor de un coche se pierde en forma de fricción. ¿Qué pasa entonces si apagamos el motor de un coche en movimiento? Pues que los mecanismos que lo mantienen en movimiento ya no reciben un flujo constante de energía y, por tanto, la cantidad limitada de energía que queda en el sistema se irá disipando hasta que el movimiento se detenga por completo.


¿Me quieres decir que es imposible fabricar una máquina de movimiento perpetuo porque siempre existirán pérdidas de energía inevitables, no sólo externas sino también desde su interior?


Exactamente.


Cualquier mecanismo perderá energía a través de la fricción que aparece entre las piezas que lo componen, de manera que el debate no está en si una «máquina de movimiento perpetuo» se va a detener algún día o no, porque es obvio que se detendrá, sino cuándo se va a detener. La única manera de conseguir que una máquina pase el mayor tiempo posible funcionando sin una fuente de energía externa es reducir en la mayor medida posible la fricción que aparece entre sus piezas.


Por desgracia, hacer que este tipo de pérdidas de energía desaparezcan es imposible porque no existen materiales perfectos que no generen nada de fricción. Independientemente del material del que estén hechas las máquinas, siempre aparecerá algo de roce entre ellas, ya sea porque las piezas que las componen no son perfectamente lisas o porque existen fuerzas adhesivas entre las moléculas que componen las superficies.


Por muy lisas que parezcan, todas las superficies tienen esta pinta en mayor o menor medida.


¿Y, entonces, qué hay de todos esos vídeos de Youtube en los que aparecen máquinas de movimiento perpetuo?

Bueno, que el título diga que es el aparato que aparece en el vídeo sea una máquina de movimiento perpetuo no significa que realmente lo sea. De hecho, acabamos de ver que es imposible que una de estas máquinas exista.

Teniendo esto en cuenta, existen dos tipos de «máquinas de movimiento perpetuo»: las que no son de movimiento perpetuo, pero funcionan durante mucho tiempo antes de detenerse y las que no son de movimiento perpetuo, pero además sus inventores añaden pequeñas trampas para compensar la pequeña pérdida constante de energía que sufren y dar la impresión de que su máquina no se va a detener nunca.

El problema es que la mayoría de información disponible sobre este tipo de aparatos son demostraciones colgadas en Youtube… Y no existen vídeos eternos en los que se pueda comprobar cuánto tiempo permanece funcionando una de estas máquinas tras darle el empujón inicial. O sea, que no te queda más remedio que fiarte de lo que dice su autor. Por otro lado, quienes aseguran haber construido «máquinas de movimiento perpetuo» tampoco crean iniciativas como eventos en los que retransmitan en vivo, desde varios ángulos y de manera indefinida el funcionamiento de sus máquinas para que el resto de la gente pueda comprobar si realmente hacen lo que dicen hacer. Al fin y al cabo, si alguien construye una máquina que viola las leyes de la física, qué menos que aportar alguna otra prueba de su veracidad que su propia palabra.

Hay un montón de ejemplos colgados en internet pero, por ejemplo, pongamos la máquina que aparece en este vídeo.





Después del empujón inicial y viendo que su velocidad no disminuye de manera perceptible durante el poco rato que su inventor la enseña, está claro que esta máquina va a dar vueltas durante mucho rato. Pero, ¿se trata de una máquina de movimiento perpetuo, como el autor del vídeo anuncia? No, porque podemos ver claramente por dónde va a perder energía poco a poco.

Por un lado, existe fricción entre el eje y los agujeros en los que está montado. Por otro, cada vez que el mecanismo levanta la barra magnética que la máquina tiene encima generará una pequeña fuerza de fricción en sentido contrario a su movimiento de rotación que también lo ralentizará. Incluso suponiendo que de alguna manera su inventor hubiera conseguido deshacerse de toda fuente de fricción entre las piezas y con el aire, los imanes irían perdiendo su magnetismo con el tiempo y la máquina terminaría por detenerse de todas maneras.

O sea, que no se trata de una máquina de movimiento perpetuo. A efectos prácticos, no es más que una versión más mecánica de este otro dispositivo:





Luego existen otros vídeos en los que alguien afirma haber construido una máquina de movimiento perpetuo, pero se puede ver que hay trampa si se presta atención: el leve ruido de un motor de fondo, la presencia de cables que no deberían estar ahí, el aparato está grabado en un ángulo sospechoso que podría estar ocultando algo… Cualquiera de estas opciones es infinitamente más plausible que la posibilidad de que alguien haya violado las leyes de la física.

En otros casos parece que no existe ninguna trampa aparente pero, en realidad, lo que está haciendo la máquina es aprovecharse de alguna fuente externa de energía para mantener su movimiento. Por ejemplo, hay un caso que me pareció muy curioso y que vi en un documental sobre este tipo de aparatos en el que un hombre había construido una especie de noria repleta de unos componentes móviles que, en teoría, mantienen las cargas de cada lado de la noria desequilibradas de manera constante, haciendo que la rueda gire.

La máquina no funciona para siempre. De hecho, se detiene de vez en cuando y se pone a girar de nuevo. ¿Se trata entonces de una máquina de movimiento perpetuo? En este caso tampoco, porque son el viento y la radiación solar las que vuelven a desequilibrarla cuando se detiene y reanudan el movimiento. Podéis verla en el siguiente vídeo a partir del minuto 51:28.





O sea, que esta noria no es más que un generador eólico o solar muy ineficiente.

Vale, captado. No debo fiarme de todo lo que veo en internet. Pero, suponiendo que consiguieras deshacerte de todas las fuentes de fricción de una de estas máquinas, ¿podrías sacar energía de ellas?

De nuevo, lamentablemente la respuesta es un rotundo no.

Imaginemos que conseguimos construir un dispositivo con una eficiencia energética del 100%. Esta máquina no perdería absolutamente nada de energía a través de ningún mecanismo de fricción y podría seguir funcionando a la misma velocidad para siempre. Pero hay un problema: habría que conectar la máquina a otro sistema que la convirtiera en energía eléctrica que fuera aprovechable. Y ese otro sistema siempre va a perder energía por algún lado.

Visto que la inmensa mayoría de «máquinas de movimiento perpetuo» son cosas que dan vueltas, la mejor manera de extraer energía de su movimiento sería conectar el eje que da vueltas a una bobina rodeada por un imán para que la rotación genere electricidad, que es como funcionan los generadores eléctricos.





Y, pese a que parezcan objetos mágicos capaces de alterar la realidad a su antojo, lo cierto es que los imanes también disipan energía. Aún suponiendo que el eje rotara estupendamente sin ningún tipo de rozamiento, el sistema seguiría perdiendo energía no sólo a través de la fricción generada en el interior de los propios cables a través del movimiento de los electrones, sino también debido a los esfuerzos aplicados por el campo magnético sobre las moléculas del imán que constantemente se ven forzadas a intentar cambiar de orientación.

Es por eso que para que una máquina de movimiento perpetuo pudiera generar energía sin ayuda de una fuente externa, entonces debería tener una eficiencia superior al 100%. Es decir, que no sólo tendría que conservar su energía por completo indefinidamente tras darle un empujón inicial, sino que además debería que generar energía extra. Por supuesto, esto es imposible: es como si te montaras en una bici, pedalearas una sola vez y ésta empezara a avanzar cada vez más deprisa sin ninguna ayuda… Cuesta arriba.

Pero, como suele ocurrir con la charlatanería, la realidad no impide que exista gente falsificando vídeos e intentando vender «generadores de energía gratuita» que, en teoría, producen energía indefinidamente sin ayuda externa.

Muchos de ellos utilizan como excusa que sus dispositivos en realidad sí que extraen energía de algún sitio: del propio vacío, a partir de la llamada energía del punto cero. La existencia de esta energía no es ningún secreto de estado, pero la idea de que se pueda utilizar sí que es recibida con mucho escepticismo. Incluso pudiendo aprovecharla, su magnitud es tan pequeña que se duda que pudiera servir para algo.

En definitiva, esta entrada tiene la intención de ser una explicación más bien general sobre por qué no tiene ningún sentido la idea de una máquina de movimiento perpetuo, sin entrar en las leyes de la termodinámica.


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Valses selectos.


 

(mejor ver en Youtube)

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Infografía: eras geológicas



 La historia de la Tierra abarca aproximadamente 4.600 millones de años (Ma), desde su formación a partir de la nebulosa protosolar. Ese tiempo es aproximadamente un tercio del total transcurrido desde la creación del Universo (Big Bang), la cual se estima que tuvo lugar hace 13.700 Ma.
El tiempo geológico corresponde al tiempo desde la formación de la Tierra hasta el presente. Se divide en distintos periodos sobre la base de información estratigráfica (cronología relativa) y radiométrica (cronología absoluta). Las divisiones del tiempo se definen primordialmente a partir de los principales eventos geológicos y los cambios biológicos observables en el registro fósil. Por ejemplo, la transición entre Pérmico y Triásico hace 250 Ma corresponde a un evento de extinción masiva, con la desaparición del 95% de las especies marinas y el 70% de las especies de vertebrados terrestres.


Se diferencian 4 periodos mayores o eones:


Eón Hadeico o Hadeano (4.567 – 3.800 Ma): La palabra Hadeico proviene de la palabra griega Hades que denominaba al inframundo, como referencia a las condiciones de calor y desorden en ese tiempo. El planeta estaba todavía en infancia, es decir afectado por frecuentes impactos violentos de asteroides y un volcanismo intensivo.


Eón Arcaico o Arqueano (3.800 – 2.500 Ma): Su nombre derivado del griego significa "comienzo" en referencia a la literatura antigua que juntaba Arqueano y Hadeano. Debido al importante flujo de calor (3 veces lo actual), se considera que este período era afectado por una fuerte actividad tectónica. Agua líquida estaba presente y ocupaba cuencas oceánicas profundas.


Eón Proterozoico (2.500 – 542 Ma): Se caracteriza por la presencia de grandes masas continentales estables (cratones) que darán lugar a las plataformas continentales actuales. En ese eón, la Tierra sufre sus primeras glaciaciones. Se registra una gran cantidad de estromatolitos (estructura sedimentaria producida por microorganismos) y el desarrollo de abundantes organismos pluricelulares de cuerpo blando.


Eón Fanerozoico (542 – 0 Ma): Su nombre derivado del griego significa "vida visible", refiriéndose al tamaño y formas complejas de los organismos que surgen en esta época. Sin embargo, mucho antes de este eón ya existía vida en la Tierra. El Fanerozoico se inicia poco después de la desintegración del supercontinente Pannotia. Con el tiempo, los continentes se vuelven a agrupar en otro supercontinente, Pangea, el cual comenzó a fracturarse y disgregarse hace unos 200 Ma hasta alcanzar la situación actual de los continentes.


FUENTE: Facultad de ciencias de Geología Chile
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¿Cuán profundo es el océano?


 
Para ver en mayor tamaño, click a la imágen.

FUENTE: CCOCOA
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¿Existía algo antes del Big Bang?

 

La evolución del universo es un tema muy interesante porque se vuelve cada vez más extraña y poco intuitiva a medida que nos remontamos hacia el pasado más lejano. Pero, si algo he aprendido de las charlas que doy de vez en cuando es que, cuando se habla sobre la teoría del Big Bang, hay una pregunta concreta que en seguida le viene a todo el mundo a la cabeza: ¿qué había antes de que el universo empezara, antes de que tuviera lugar esa «Gran Explosión»?


Creo que la pregunta tiene ramificaciones interesantes, así que demos comienzo a la entrada de hoy poniendo algo de contexto al asunto (para variar).


Ya he comentado otras veces que observar objetos muy distantes equivale a ver cómo era el universo en el pasado. Las estrellas más cercanas se encuentran decenas, cientos o miles de años luz de distancia, así que las vemos tal y como eran hace decenas, cientos o miles de años. Por ejemplo, la estrella Eta Carinae podría reventar hoy mismo en forma de supernova, pero, al estar a unos 7.000 años luz de la Tierra, tardaríamos unos 7.000 años en enterarnos.


Pero las galaxias más lejanas que se han descubierto se encuentran a miles de millones de años luz de distancia. Como resultado, desde nuestro punto de vista, las observamos tal y como eran hace miles de millones de años, cuando el universo  aún era muy joven. Un ejemplo es la galaxia GN-z11, una de las más lejanas conocidas, que aparece en el cielo con el aspecto que tenía sólo 400 millones de años después de que tuviera lugar el Big Bang (que, recordemos, ocurrió hace unos 13.800 millones de años).




Vale, entonces, si construimos un telescopio lo bastante potente, a lo lejos veremos cosas cada vez más antiguas hasta llegar al momento preciso en el que tuvo lugar el Big Bang, ¿no?


Por desgracia, las cosas no son tan sencillas, voz cursiva, porque existe una «barrera» que no sólo nos impide observar el inicio del universo, sino también sus primeros 380.000 años de vida.


Cuando nos adentramos en las profundidades del cielo, llega un momento en el que lo único que ves, mires donde mires, es una señal de microondas muy débil y muy uniforme: la radiación de fondo de microondas. La siguiente imagen es un mapa en el que aparece la distribución de esta radiación por todo el cielo, pero tened en cuenta que esto es un mapa en dos dimensiones que representa la «cara interior» del volumen esférico (y, por tanto, tridimensional) al que llamamos universo observable (un concepto del que hablaba en esta entrada, por cierto).




Esta radiación lejana y antigua fue emitida unos 380.000 años después de que ocurriera el Big Bang, cuando el universo se volvió transparente. Hasta aquel momento, la materia había estado tan apiñada y la temperatura era tan alta que cualquier rayo de luz se veía absorbido rápidamente por algún átomo ionizado poco después de ser emitido. Como resultado, el universo fue completamente opaco durante los primeros 380.000 años de su existencia, así que hasta nuestros días no ha llegado ningún tipo de radiación electromagnética que fuera emitida durante aquella época y, por tanto, no tenemos información observacional directa de este periodo.


Aun así, existe una método que podría permitirnos ver más allá de esta barrera: al contrario que la luz, las ondas gravitacionales (de las que hablé en esta entrada) pudieron haber atravesado el amasijo de materia del universo primigenio sin problemas, así que se espera que su detección pueda proporcionar más información sobre esta etapa del cosmos. Eso sí, de momento, la detección de este tipo concreto de ondas gravitacionales queda fuera de nuestro alcance tecnológico, por lo que, de momento, seguimos sin poder observar de manera directa qué ocurrió durante la infancia más tierna del universo.


¡Espera un momento! Entonces, si no podemos observar directamente qué estaba pasando en esta época, ¿cómo saben los astrónomos en qué estado se encontraba el universo por aquel entonces? ¿No se estarán sacando teorías de la manga?


Para nada, voz cursiva, la reconstrucción de lo que ocurrió durante los primeros años del universo está basada en fenómenos bien estudiados y comprobados de manera experimental.


Por ejemplo, los colisionadores de partículas permiten reproducir las temperaturas extremas que reinaban en el universo en aquella época e investigar cómo se comporta la materia en esas condiciones (hablaba de esas temperaturas en esta entrada). Por otro lado, se pueden modelar los años posteriores al Big Bang utilizando las leyes de la física, simular la evolución del universo y ver si los resultados predichos encajan con la realidad que observamos hoy en día. Y, de momento, estos modelos predicen correctamente muchas propiedades actuales del universo, como la evolución de la abundancia de los elementos químicos o la distribución de las galaxias.  De hecho, el fondo de radiación de microondas fue descubierto después de que se predijera su existencia, lo que es una prueba más del poder predictivo de la física actual.


Las leyes de la física nos permiten «ver» más allá de la barrera del fondo cósmico de microondas y remontarnos aún más en el pasado. Gracias a ellas sabemos que, cuanto más retrocedemos en el tiempo, más comprimido estaba el universo y mayor era su temperatura, llegando a épocas en las que las condiciones eran tan extremas que no existían los núcleos atómicos, las partículas fundamentales o incluso las cuatro fuerzas fundamentales que rigen el universo (guiño, guiño).


Pero, por desgracia, incluso las leyes de la física tienen un límite: aunque se pueden utilizar para predecir qué ocurría hasta la primera septillonésima de segundo de vida del universo, cuando se intenta predecir en qué estado se encontraba en el momento justo en el que ocurrió el Big Bang, los modelos teóricos fallan estrepitosamente. Y fallan porque la densidad del universo se vuelve infinita y los conceptos de espacio y tiempo se pierden en el mismísimo instante anterior al Big Bang. De ahí que se diga que el universo nació a partir de una singularidad inicial, una región que no se puede definir con las leyes de la física actuales.


O sea, que me estás intentando decir que, como nadie sabe qué ocurrió en el momento anterior al Big Bang, se sabe aún menos de lo que existía antes, así en general, ¿no?


Más o menos, voz cursiva. De momento, «qué había antes del Big Bang» o «dónde se encontraba esa singularidad inicial» parecen preguntas sin respuesta, porque las leyes de la física no nos pueden proporcionar esa información y tampoco podemos obtenerla a través de observaciones. Por tanto, el consenso actual es que el Big Bang no sólo produjo toda la materia que nos rodea, sino también el propio espacio y el tiempo, así que no habría existido un «antes» del Big Bang… Porque el espacio y el tiempo ni siquiera existían, por raro que pueda sonar.


Aun así, el terreno de un hipotético universo «pre-Big Bang» está abierto a la especulación. Ojo, que la palabra especulación es importante en este contexto porque, aunque existen hipótesis que intentan describir cómo era el universo antes del Big Bang, de momento no hay ninguna manera de comprobar si se ajustan a la realidad o no, así que no se puede demostrar si son correctas o incorrectas.


Teniendo esto en cuenta, aunque de momento sean incomprobables, se han propuesto ideas interesantes que podrían ayudar a mejorar los modelos actuales en un futuro.


Por ejemplo, una de las propuestas es que el tiempo ya existiera antes de que tuviera lugar el Big Bang, al contrario de lo que sugiere el consenso actual. Según los autores de esta idea, la existencia de una época «pre-Big Bang» ayudaría a explicar un detalle en concreto  sobre la historia del universo que al modelo más aceptado, el de la inflación, le cuesta un poco.


Me explico.


Si volvéis a mirar la imagen del fondo de microondas que he puesto más arriba, veréis que cada región del universo está pintada con un color distinto. Estos colores representan la intensidad de la señal de microondas que se detecta en cada punto del cielo (en rojo es más intensa y en azul lo es menos). A su vez, la intensidad de esta señal es un reflejo de la cantidad de materia/energía que había en cada una de estas regiones cuando el universo se volvió transparente, así que la radiación de fondo nos dice cómo estaba distribuida la materia por el espacio en aquella época.


Pero resulta que las diferencias que aparecen en ese mapa se han exagerado muchísimo para que se puedan observar mejor. En realidad, la diferencia entre las variaciones más altas y más bajas de la intensidad de la señal rondan la milésima de grado (se suele hablar de esta radiación en términos de temperatura), así que, en realidad, la radiación de fondo de microondas es extremadamente uniforme.


De hecho, cuando fue captada por los primeros telescopios de microondas, la radiación de fondo tenía esta pinta:




Por tanto, esta señal que es tan uniforme por todo el cielo es un reflejo de que, cuando el universo se volvió transparente, la distribución de materia y energía que la emitieron era muy homogénea. Esta homogeneidad se puede observar también en la distribución de las galaxias que, a gran escala, están distribuidas por el espacio de manera muy uniforme.


El descubrimiento de esta uniformidad fue un quebradero de cabeza para los astrónomos de la época porque los modelos teóricos no predecían ningún motivo por el que el Big Bang tuviera que producir un universo tan homogéneo desde su inicio. En su lugar, parecía mucho más probable que la energía hubiera aparecido distribuida de manera irregular por el espacio y que, con el tiempo, se hubiera repartido por el universo hasta equilibrarse y volverse uniforme, igual que una masa de agua caliente y una de agua fría alcanzan una temperatura intermedia cuando se mezclan.


Pero, además, la teoría del Big Bang sugería que existían regiones del universo que se habían estado alejando unas de otras a velocidades superiores a las de la luz desde su nacimiento (el espacio se puede expandir a velocidades superiores a las de la luz, como comenté en esta otra entrada). Estas velocidades hubieran imposibilitado el intercambio de energía entre las diferentes regiones del espacio y, por tanto, si el universo no hubiera sido muy homogéneo desde el principio, nunca podría haber alcanzado la uniformidad que observamos hoy en día.


Este problema se puede resolver mediante el modelo de la inflación, la idea de que el universo creció más despacio justo después del Big Bang y que su velocidad de expansión se disparó más adelante de manera repentina. De esta manera, la energía hubiera tenido tiempo de fluir por todo el espacio hasta homogeneizarse durante los primeros instantes de vida del universo, dando lugar a la uniformidad que observamos hoy en día en el cielo.


Pero, aunque la inflación es el modelo más aceptado en la actualidad, tiene sus detractores, y entre las alternativas a la inflación que han propuesto esos detractores está la existencia de la época «pre-Big Bang» que había mencionado: si, al contrario de lo que se piensa, el tiempo sí que hubiera existido antes de que tuviera lugar el Big Bang, entonces algún proceso distinto a las leyes físicas conocidas podría haber «estabilizado» la singularidad inicial, asegurando la producción de un universo que fuera muy uniforme desde el principio.


En la misma línea, se ha planteado otro escenario en el que, antes del Big Bang, el universo existió en un estado comprimido y muy caliente que evolucionó lentamente durante una cantidad de tiempo indeterminada. Según este modelo, el universo habría estado en una situación de equilibrio metaestable en la que cualquier mínima perturbación provocaría que se liberara toda su energía. Cuando esa perturbación ocurrió, el universo caliente, compacto y extremadamente denso se empezó a expandir, produciendo la «explosión» que daría lugar a la realidad que vemos ahora.


Ya, bueno, puedo creerme que existiera el tiempo antes del Big Bang, pero eso sigue sin explicar de dónde salió esa singularidad (o lo que sea) que originó el universo.


Cierto, voz cursiva. Seguimos en el terreno de la especulación, pero también hay alguna idea al respecto.


Existe otro escenario hipotético llamado Big Bounce, la idea de que el universo pasa continuamente por ciclos de contracción y expansión. En este caso, el universo nacería a partir de un Big Bang, crecería hasta alcanzar un tamaño máximo y, a partir de ahí, empezaría a contraerse hasta condensarse otra vez en una singularidad. Esta singularidad volvería a reventar en algún momento, formando un universo completamente nuevo, y el ciclo se volvería a repetir.


Este escenario ha sido descartado porque las mediciones de la geometría del espacio sugieren que el universo se va a seguir expandiendo para siempre, así que, en principio, no se va a contraer nunca. Aun así, Roger Penrose y Vahe Gurzadyan  han propuesto que ciertos patrones concéntricos que se pueden encontrar en el fondo de radiación de microondas podrían ser señales de que existió un universo antes que el nuestro. Según ellos, estos patrones en el fondo de radiación de microondas podrían ser las marcas de las intensas ondas gravitacionales que produjeron los choques entre agujeros súpermasivos en el universo que habría precedido al nuestro.




Curiosamente, otro resultado de esta hipótesis es que, si fuera correcta (que, repito, no es más que especulación) se podría codificar información en la radiación de fondo de microondas para transmitir información entre un universo y el siguiente… Aunque, claro, manipular las trayectorias de agujeros negros súpermasivos para que sus colisiones sigan un patrón determinado puede ser bastante complicado, así que una civilización que quisiera hacer esto tendría que buscar otra manera manipular el fondo cósmico de microondas.


Por otro lado, otra posible «respuesta» a la pregunta de qué había antes del Big Bang son los universos burbuja. En este caso, estamos ante un escenario en el que existe un espacio en continua expansión en cuyo interior nacen nuevos universos constantemente y en el que nuestro propio universo no sería más que una de estas «burbujas» que se expanden en el interior de un universo mayor. Curiosamente, este es un escenario que predice la teoría de la inflación y es uno de los motivos por lo que sus detractores la critican.






Una vez más, tampoco hay indicios observacionales de que estos multiversos existan, pero, en cualquier caso, estas dos ideas vuelven a pecar de lo mismo que las hipótesis anteriores: aunque, técnicamente, responden a la incógnita de qué podría haber existido antes del Big Bang, siguen sin explicar de dónde salió la singularidad inicial que dio origen a todo.


Bueno, ¿y no podría ser que el universo hubiera existido desde siempre? ¿Que lleve un tiempo infinito repitiendo ciclos de contracción y expansión o que siempre se haya estado expandiendo y generando más universos nuevos, sin que realmente empezara en ningún momento?


Pues parece que no, voz cursiva. El análisis matemático de todos estos modelos sugiere que el universo no ha podido existir desde siempre y que necesariamente debió tener un inicio en algún momento.


Por tanto, resumiendo la respuesta de hoy: hay quién ha propuesto que la singularidad inicial que dio lugar al universo existió durante un tiempo, regida por unas leyes de la física distintas a la que conocemos, pero también se ha sugerido que antes del Big Bang pudo haber existido otro universo que se acababa de contraer o que el principio de nuestro universo tuvo lugar dentro de otro aún mayor.


Pero, aun así, de momento no hay manera de poner a prueba ninguna de estas hipótesis, así que, hasta donde sabemos, la respuesta a la pregunta de hoy es que no sabemos qué había «antes» de que tuviera lugar el Big Bang, porque el espacio y el tiempo aún no existían. Ojo, que eso no significa que nuestro universo surgiera de la nada. Simplemente que no tenemos manera de definir qué estaba pasando antes de que tuviera lugar la «Gran Explosión».


FUENTE: Ciencia de Sofá

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Grandes imágenes de la ciencia

1. DIBUJO DE UNA PULGA VISTA AL MICROSCOPIO, ROBERT HOOKE (1665) 

 Con su libro Micrographia, publicado en 1665, el científico y arquitecto inglés Robert Hooke descubrió al mundo la naturaleza invisible a los ojos. El microscopio era un invento reciente, y la obra del británico fue la primera que mostraba gráficamente las posibilidades de este nuevo aparato.
Copiando lo que observaba a través de su microscopio, forrado de cuero y oro, Hooke logró dibujos de gran fidelidad y calidad que fueron reproducidos en láminas desplegables mediante grabado en cobre. En su obra, todo un best seller de la época, el autor acuñó el término cell (célula), al notar que la estructura microscópica de las plantas se asemejaba a las celdillas de un panal. 


 2. PLUTÓN, NEW HORIZONS (2015)

Durante 85 años, desde que el astrónomo Clyde Tombaugh lo observó por primera vez en 1930, Plutón no tuvo una cara reconocible para el ser humano. El que solía ser el último de los planetas del Sistema Solar, reclasificado en 2006 como planeta enano, ha sido el objetivo principal de la misión de la NASA New Horizons, lanzada el 19 de enero de 2006. El 14 de julio de 2015 la sonda sobrevolaba Plutón, ofreciendo una visión detallada de su geografía y la de su principal satélite, Caronte. Esta imagen en alta resolución y color verdadero, tomada desde 450.000 kilómetros de distancia, se logró combinando cuatro tomas de la cámara LORRI con datos de color del instrumento Ralph. 

New Horizons ha permitido descubrir un planeta enano pero ligeramente mayor de lo esperado, con una superficie rica en contrastes compuesta en su mayor parte por nitrógeno congelado. 


 3. DAGUERROTIPO DE LA LUNA, JOHN ADAMS WHIPPLE (1852)

La primera fotografía de la Luna la tomó el francés Louis Daguerre el 2 de enero de 1839; por desgracia, su laboratorio se quemó dos meses más tarde y la placa se perdió. Aquel año Daguerre presentaba la primera técnica fotográfica de la historia, el daguerrotipo, que empleaba láminas de cobre bañadas en plata. Sin embargo, el tiempo de exposición requerido era tan largo que la imagen lunar de Daguerre era solo una mancha difusa. Un año más tarde, en marzo de 1840, el inglés John William Draper tomó desde Nueva York la primer astrofotografía detallada de la Luna. Las mejores imágenes lunares de la época las obtuvo un daguerrotipista de Boston, John Adams Whipple, con el recién estrenado telescopio del Observatorio de Harvard, entonces el mayor del mundo. Las imágenes de Whipple le valieron una medalla en la Gran Exposición del Palacio de Cristal de Londres en 1851. 



 4. CONJUNTO DE MANDELBROT, BENOIT MANDELBROT

En 1975 el matemático de origen polaco Benoit Mandelbrot acuñó el término “fractal”, poniendo nombre a años de observaciones de la naturaleza y pensamiento matemático. El concepto describe configuraciones que escapan a la geometría clásica pero que guardan una regularidad, basada en formas que se repiten a distintas escalas. El trabajo de Mandelbrot demostraba que estructuras naturales que se creían caóticas o irregulares, como los árboles, los rayos o las hojas de los helechos, eran en realidad fractales. La computación permitió el desarrollo de esta geometría y sus algoritmos: trabajando para IBM, Mandelbrot definió el conjunto que lleva su nombre. Las primeras representaciones gráficas datan de 1978, pero las imágenes a alta resolución como la mostrada solo han sido posibles con los ordenadores actuales. 



 5. CÉLULAS DE PURKINJE DE CEREBELO DE PALOMA, SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL (1899)

Minucioso y sistemático, Santiago Ramón y Cajal unía a su férreo espíritu de trabajo una gran pericia como dibujante. Pero aunque hoy se le recuerda sobre todo por sus fieles retratos del microscópico paisaje neuronal, el principal talento del aragonés consistió en ver lo que nadie más vio donde otros también miraban. Utilizando el método de tinción desarrollado por el italiano Camillo Golgi, observó y dibujó estructuras que al principio fueron desdeñadas por sus coetáneos, como las espinas dendríticas de las células de Purkinje mostradas en esta lámina. Sus descripciones probaron que el tejido nervioso está compuesto por unidades individuales discretas, las neuronas, y no por una red continua como defendía Golgi. Ambos compartieron el premio Nobel en 1906



 6. “LOS PILARES DE LA CREACIÓN” (“PILLARS OF CREATION”), NEBULOSA DEL ÁGUILA, TELESCOPIO ESPACIAL HUBBLE (1995)

«Como columnas de basalto que resisten a la erosión del desierto, los pilares de polvo y gas hidrógeno, denso y frío, han aguantado la fotoevaporación provocada por la intensa luz ultravioleta de las estrellas cercanas». Así explicaba la NASA en 1995 la que tal vez es la más conocida de las imágenes tomadas por el telescopio espacial Hubble. Jeff Hester y Paul Scowen, de la Universidad Estatal de Arizona, cosieron esta composición de 32 imágenes de la Nebulosa del Águila, capturadas por cuatro cámaras diferentes. Tan impresionante como su impacto visual es la idea de sus colosales dimensiones: los pilares, incubadores de estrellas, tienen una longitud de varios años luz; los minúsculos dedos que surgen de ellos son mayores que nuestro Sistema Solar. En enero de 2015, la NASA publicó una nueva versión a mayor resolución



 7. PRIMERA RADIOGRAFÍA, WILHELM RÖNTGEN (1895)

El 22 de diciembre de 1895, el físico alemán Wilhelm Röntgen recogió en una placa fotográfica la imagen de la mano de su mujer Anna Bertha por rayos X, la primera radiografía. La reacción de ella al ver sus propios huesos no pudo ser más elocuente: “¡He visto mi muerte!”. El hallazgo de Röntgen inauguró la era de la radiación, y fue un descubrimiento puramente casual. Por entonces los físicos investigaban los rayos catódicos, un misterioso flujo producido por una corriente eléctrica al atravesar un tubo de vacío situado entre dos electrodos. Röntgen observó que, incluso con el tubo envuelto en cartulina negra, aparecía fluorescencia en una pantalla alejada de la fuente, y no podía deberse a los rayos catódicos. A esta radiación penetrante, que solo el plomo y los huesos podían detener, la llamó rayos X. En 1901, Röntgen recibió el primer Nobel de Física de la historia



 8. “LA CANICA AZUL” (“THE BLUE MARBLE”), APOLO 17 (1972)

El retrato de la Tierra más famoso durante décadas fue tomado con una cámara Hasselblad de 70 milímetros por la tripulación del Apolo 17 el 7 de diciembre de 1972, en ruta hacia la Luna a unos 45.000 kilómetros de la Tierra. Al menos desde 1960 los satélites no tripulados ya habían fotografiado la superficie terrestre, pero la calidad y el encuadre de The Blue Marble convirtieron esta imagen en un símbolo de un planeta hermoso y frágil. En años posteriores la NASA ha reeditado la idea con nuevas versiones más detalladas, construidas uniendo fotogramas parciales, en 2002, 2005 y 2012. El 20 de julio de 2015, la NASA difundió una nueva “canica azul” obtenida por la misión Deep Space Climate Observatory (DSCOVR) en un solo encuadre, superponiendo tres fotogramas correspondientes a los colores rojo, verde y azul. 



 9. FOTOGRAFÍA 51 DEL ADN, ROSALIND FRANKLIN Y RAYMOND GOSLING (1952)

El patrón en “X” de la llamada Fotografía 51, obtenida al hacer chocar un haz de rayos X con hebras de ADN, reveló que esta molécula tenía una estructura helicoidal. La imagen fue tomada en mayo de 1952 por la investigadora del King’s College London (Reino Unido) Rosalind Franklin y su estudiante de doctorado, Raymond Gosling. Sin el permiso de Franklin, la foto fue mostrada por Maurice Wilkins, codirector de Gosling, al químico de la Universidad de Cambridge James Watson, que investigaba la estructura del ADN junto a Francis Crick. Watson y Crick publicaron su estudio legendario y cosecharon la mayor parte de la fama, aunque Wilkins compartiría con ellos el premio Nobel en 1962. Franklin no vivió para recibir el reconocimiento a su trabajo: en 1958 sucumbía a un cáncer de ovario después de dos años batallando contra la enfermedad. 



 10. BUZZ ALDRIN EN LA LUNA, NEIL ARMSTRONG (1969)

Del testimonio gráfico de la primera misión lunar, tal vez la imagen más famosa es la que muestra a los dos tripulantes del Apolo 11 que descendieron a la superficie en el módulo Eagle. El encargado de manejar la cámara Hasselblad de 70 milímetros, Neil Armstrong, quedó retratado en el reflejo del visor de su compañero Buzz Aldrin en esta fotografía tomada en el Mar de la Tranquilidad el 21 de julio de 1969. Para su distribución a los medios, el fotograma original se retocó para girar el encuadre y añadir cielo en la parte superior. La llegada del hombre a la Luna dejó otras imágenes históricas, como la primera fotografía tomada por Armstrong cuando se abrió la compuerta del Eagle, o el “gran salto para la humanidad” capturado por la cámara de televisión, o la famosa huella de la bota de Aldrin sobre el polvo lunar



 11. LA PRIMERA FOTOGRAFÍA, NICÉPHORE NIÉPCE (1826) 

 Aunque suele atribuirse al francés Louis Daguerre la invención de la fotografía en 1839, lo cierto es que otros antes que él ya habían intentado conjugar el principio de la cámara oscura con el uso de sustancias sensibles a la luz. Aunque suele atribuirse al francés Louis Daguerre la invención de la fotografía en 1839, lo cierto es que otros antes que él ya habían intentado conjugar el principio de la cámara oscura con el uso de sustancias sensibles a la luz.
Un decenio antes del nacimiento oficial de la fotografía, Daguerre se había asociado con Nicéphore Niépce, un inventor que llevaba años experimentando. En 1824, Niépce logró obtener la primera fotografía con una cámara, utilizando una placa de piedra recubierta de betún de Judea, que se endurece con la exposición a la luz. Esta obra se perdió, pero Niépce repitió la misma toma en 1826 o 1827 empleando como soporte una placa metálica de peltre. La imagen, titulada Vista desde la ventana en Le Gras, fue tomada desde su propiedad en Saint-Loup-de-Varennes. No era precisamente una instantánea: requirió varios días de exposición. Hoy se conserva en la Universidad de Texas



 12. EARTHRISE, WILLIAM ANDERS (APOLO 8) (1968)

La misión Apolo 8, la segunda tripulada de este programa de la NASA, fue la primera en volar más allá de la órbita terrestre, sobrevolar la Luna y regresar. Sus tres astronautas, Frank Borman, James Lovell y William Anders, fueron los primeros seres humanos que observaron la Tierra completa desde el espacio. Cuando el módulo entró en la órbita lunar, el día de Nochebuena de 1968, sus tripulantes se vieron de pronto sorprendidos por la aparición de la Tierra elevándose sobre el horizonte. Borman tomó una primera fotografía en blanco y negro, pero fue esta imagen en color de Anders, capturada con una cámara Hasselblad en película de 70 mm Ektachrome de Kodak, la que se convirtió en uno de los iconos de la exploración espacial. En 2013, con ocasión del 45º aniversario del Apolo 8, la NASA produjo un vídeo que simula el panorama contemplado por los tres astronautas. 



 13. EL ECLIPSE QUE DIO LA RAZÓN A EINSTEIN, F. W. DYSON, A. S. EDDINGTON Y C. DAVIDSON (1919)

La teoría general de la relatividad, de la que en 2015 se cumplen 100 años, apenas trascendió fuera del ámbito científico en el momento de su publicación. Einstein, aunque ya entonces muy reconocido por la comunidad física, permaneció en el anonimato hasta el 7 de noviembre de 1919. Aquel día el periódico The Times publicaba que el 29 de mayo anterior tres astrónomos británicos habían fotografiado un eclipse de Sol que demostraba cómo la luz de las estrellas se curvaba por efecto de la gravedad solar, probando así la teoría de Einstein. En la víspera, 6 de noviembre, los resultados se habían presentado oficialmente en una importante reunión científica. El diario londinense proclamaba que se trataba de una “revolución en la ciencia”. Según la biografía de Einstein escrita por Jürgen Neffer en 2005, aquel fue el día en que el físico alemán saltó a una fama que ya jamás le abandonaría. 



 14. EL BOSÓN DE HIGGS, LHC (2012)

Tal vez desde Einstein, la física no había captado tanta atención en los medios como con el descubrimiento del bosón de Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), en Ginebra (Suiza). Cuando el 4 de julio de 2012 el CERN anunció que dos experimentos del LHC, ATLAS y CMS, habían detectado partículas consistentes con las propiedades predichas para el bosón, la noticia fue primera página en la prensa de toda Europa. La máquina más grande y costosa de la historia había cumplido su función primaria, encontrar la partícula teorizada por Peter Higgs en 1964 y cuyo campo confiere masa a las demás, según el Modelo Estándar de la física. La imagen muestra una simulación de la desintegración del bosón en una colisión entre dos protones. Las líneas muestran las posibles trayectorias de las partículas generadas, mientras que las áreas azules representan la energía liberada en la colisión. 



 15. LA PRIMERA FOTOGRAFÍA DE MARTE, MISIÓN MARINER 4 (1965)

Después de varios fracasos de Estados Unidos y la Unión Soviética, la Mariner 4 de la NASA fue la primera sonda espacial que logró sobrevolar Marte. La Mariner 4 se lanzó el 28 de noviembre de 1964, y el acercamiento a Marte se produjo el 14 y 15 de julio del año siguiente. Su equipo incluía una cámara de televisión que convertía la señal analógica en digital. Los datos se recogían en una grabadora de cinta magnética y se enviaban por radio a la Tierra, donde los ingenieros recibían una cinta de papel con números impresos que representaban el color de cada píxel. Cuando la sonda transmitió su primera imagen, los responsables de la misión no estaban seguros de la fiabilidad de la grabadora. En lugar de esperar a que la computadora procesara los datos, cortaron y pegaron las tiras de la cinta para luego colorearlas a mano con pinturas al pastel siguiendo una clave de color, como en los dibujos de los niños. El resultado demostró que la cámara funcionaba correctamente. 



 16. QUINTA CONFERENCIA SOLVAY, BENJAMIN COUPRIE (1927)

En 1911, el químico y empresario belga Ernest Solvay convocó una conferencia en Bruselas a la que invitó a los físicos más preeminentes de la época. El éxito de la reunión le inspiró para fundar al año siguiente los Institutos Internacionales Solvay de Física y Química, donde desde entonces se siguen celebrando cada tres años las Conferencias Solvay. Sin duda la más famosa de todas fue la de octubre de 1927, que congregó a 29 científicos, 17 de los cuales fueron galardonados con un premio Nobel; o dos, en el caso de Marie Curie, la única mujer. Allí se reunieron figuras como Einstein, Schrödinger, Pauli, Heisenberg, Dirac, De Broglie, Born, Bohr, Planck o Lorentz, entre otros. Además del alto nivel de los asistentes, la conferencia de 1927 fue especialmente célebre porque se discutió la por entonces nueva teoría cuántica del átomo. El retrato de grupo se atribuye al fotógrafo Benjamin Couprie



 17. EL PRIMER FÓSIL DE DINOSAURIO EN LA LITERATURA CIENTÍFICA, ROBERT PLOT (1677)

Durante siglos, los fósiles de dinosaurios alimentaron fantásticas leyendas. En China se los tomaba por dragones, mientras que en Europa se creía que eran restos de ogros o gigantes. El primer registro de estas criaturas en la literatura científica apareció en 1677 en Historia Natural de Oxfordshire, escrita por el primer profesor de química de la Universidad de Oxford, Robert Plot. En su obra, Plot incluyó la ilustración de un fragmento de hueso petrificado hallado en una cantera de roca caliza. El químico reconoció que se trataba de la cabeza inferior de un fémur, pero dado que en Inglaterra no existía ningún animal de semejante tamaño, lo atribuyó a un elefante de guerra empleado por los romanos, o bien a un humano gigante. En 1824 el hueso fue asignado al género Megalosaurus, descrito por el teólogo y paleontólogo William Buckland. El Megalosaurus fue el primer dinosaurio publicado en una revista científica, aunque el término “dinosaurio” no se acuñaría hasta 1842. 



 18. EL ÁRBOL DE LA VIDA, CHARLES DARWIN (1837)

A su regreso a Inglaterra en 1836, después de casi cinco años de viaje a bordo del navío H. M. S. Beagle, Charles Darwin ya era un científico reconocido. Sus trabajos elaborados a partir de las observaciones recogidas durante la travesía habían suscitado el interés de los naturalistas de la época, inmersos en la compleja tarea de encajar la diversidad de la vida en un esquema espacial y temporal que tuviera sentido. Darwin comenzó a tomar notas para tratar de explicar la transmutación, como entonces se denominaba a la conversión de unas especies en otras. En julio de 1837 anotó en su libreta “yo pienso”, y a continuación trazó su primer esbozo del “árbol de la vida”. Esta visión de la genealogía de las especies como un árbol ramificado se oponía a la del francés Jean-Baptiste Lamarck, que imaginaba linajes independientes paralelos. Darwin desarrollaría su idea en su obra principal publicada en 1859, El origen de las especies. La libreta original se conserva en la biblioteca de la Universidad de Cambridge. 



19. IMAGEN DE UN POSITRÓN, CARL DAVID ANDERSON (1932)

La idea de un antielectrón, un electrón con carga positiva, fue propuesta por el inglés Paul Dirac en 1928, abriendo la física al nuevo concepto de la antimateria. Su demostración experimental llegaría cuatro años después de manos de un joven físico llamado Carl Anderson, que buscaba partículas nuevas en una cámara de niebla. Este instrumento permitía detectar el paso de la radiación gracias a que las partículas ionizadas a su paso condensaban el vapor de agua, dejando un rastro visible. Cuando la cámara se sometía a un campo magnético, el recorrido de las partículas se curvaba a un lado o al otro según el signo de su carga. Anderson trataba de cazar partículas en los rayos cósmicos cuando observó una huella inusual: su masa era la de un electrón, pero su curvatura era la contraria de la esperada, lo que indicaba una carga positiva. Cuando Anderson publicó sus resultados, el editor de la revista Physical Review sugirió el nombre de “positrón”. Anderson recibió el premio Nobel en 1936



 20. PRUEBA NUCLEAR TRINITY, BERLYN BRIXNER (1945)

La era del armamento nuclear dio comienzo el 16 de julio de 1945 en una zona remota del estado de Nuevo México. A las 5 y 29 de aquella mañana estallaba la primera bomba atómica de la historia, la prueba inaugural del Proyecto Manhattan. Su máximo responsable científico, el físico Julius Robert Oppenheimer, dio al ensayo el nombre clave de Trinity inspirándose en un poema del inglés John Donne. La bomba de Trinity, que produjo una explosión de unos 20 kilotones, era un artefacto de implosión de núcleo de plutonio, prácticamente idéntico al que se lanzaría sobre Nagasaki el 9 de agosto de aquel año. La documentación visual de la explosión estaba a cargo del fotógrafo Berlyn Brixner, que situó unas 50 cámaras para capturar hasta 10.000 fotogramas por segundo. La imagen mostrada se tomó 16 milisegundos después de la detonación. En ese momento la burbuja explosiva alcanzaba una altura de 200 metros, pero la nube del hongo posterior ascendió hasta superar los 12 kilómetros. 



 FUENTE: Por Javier Yanes para Ventana al Conocimiento PARTE 1 y PARTE 2
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