El poeta anarquista que inventó el Metegol


"Me dolía ver a aquellos niños cojitos, tan tristes porque no podían jugar al balón con los otros niños...Y pensé: si existe el tenis de mesa, ¡también puede existir el fútbol de mesa!".

Fue así como en 1937, quien por entonces se llamaba Alejandro Campos Ramírez, poeta anarquista inventó el Metegol, ("Taca-Taca" o "Futbolín") para la niñez víctima de la Guerra Civil Española.

Esta es una breve historia de cómo Campos Ramírez se las ingenió para crear un rústico metegol que alivió el dolor de la niñez víctima de una guerra brutal.


"Conseguí unas barras de acero y un carpintero vasco refugiado allí, Javier Altuna, me torneó los muñecos en madera. La caja de la mesa la hizo con madera de pino, creo, y la pelota con buen corcho catalán, aglomerado. Eso permitía buen control de la bola, detenerla, imprimir efecto”, así le expresó Alejandro Campos Ramírez al periodista catalán Víctor Amela.

Alejandro era un joven gallego, residente en el pueblito de Finisterre. Soñaba con ser arquitecto, pero ofició de albañil. Su alma bohemia y busquilla que le permitió conseguir un trabajo de junior en una imprenta. Al fin estaba cerca de quienes cultivaban una de sus mayores pasiones: la poesía. Por esos años se definía a sí mismo como un idealista práctico, una versión de libertario que quería crear aquí y ahora el mundo nuevo que llevaba en su corazón. Las ganas de hacer carne los ideales eran su bandera. 

Fue en ese contexto que estalló la Guerra Civil española.

Una bomba hizo pedazos su casa y quedó con graves dificultades respiratorias y un problema crónico en una de sus piernas. “Era el año 1937. Me gustaba el fútbol, pero yo estaba cojo y no podía jugar». Fue de esta forma como, empatizando con los niños y niñas que la guerra mutiló, tomó la resolución de crear una herramienta que aliviara los amargos días de los pequeños inocentes. Patentó la invención en Barcelona en enero de 1937, a la vez que el primer pasahojas de partituras accionado con el pie, creado para una chica pianista de la que estaba enamorado.

Viendo que la Dictadura de Franco iba a terminar asesinándolo, emigra a Francia cruzando los Pirineos a pie, con la desgracia de perder durante el viaje el documento de la patente que llevaba.

Ya en París, en el año 1948, gracias a la patente del pasahojas, consiguió ganar algo de dinero con el que marchó a Quito (Ecuador), donde fundó la revista Ecuador 0°, 0', 0" en la que le dedicaba cada número a poetas de un país diferente. Más tarde, en 1952, fue al Cabo de Santa María en Guatemala, donde mejoró su futbolín y empezó a fabricarlos, haciendo un buen negocio. Esto sucedió mientras había democracia en ese país, ya que tras el golpe de Estado del coronel Carlos Castillo Armas fue robado y secuestrado por sus ideales republicanos, quedando sin nada de valor.


Agentes especiales españoles lo embarcaron en un avión con dirección a España, pero pudo escapar, se refugió en el lavabo del avión y construyó una bomba ficticia envolviendo una pastilla de jabón con papel de aluminio. Con esa "bomba" amenazó a la tripulación y ganó el favor de los viajeros luego de decirles que era "un refugiado español". El avión se desvió a Panamá, en lo que fue uno de los primeros secuestros de avión.

Llegó luego a Guatemala. Retoma la poesía y perfecciona su Futbolín, como le llamó al invento. Más tarde marchó a México, donde encontró amigos poetas y escritores. Allí permaneció dedicándose a las artes gráficas y a la edición. Fundó y presidió la Editorial Finisterre Impresora, desde la que editó la revista del centro gallego de México y diferentes libros de poetas, entre los que se encuentran León Felipe y Juan Larrea. Además fue redactor de El Nacional y editó un facsímil de la revista Galeusca y el primer libro de poemas de Ernesto Cardenal.

Ya radicado en México, cambió su nombre para homenajear a su pueblo. Desde entonces y hasta ahora, sería Alejandro Finisterre.

Humilde, no quiso ningún reconocimiento por el invento que tantas jornadas nos ha alegrado a todos. “Bah..., de no inventarlo yo, lo hubiese inventado otro...”, señaló hace un tiempo. Murió en 2007, confiando en que objetos como el humilde Taca-Taca, fruto del ingenio y la empatía, serían imperecederos, pese al avance de la tecnología.

En sus últimos días escribió: "Yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!”


Fue su esposa la soprano de trayectoria internacional María Herrero Palacios, natural de Baños de Valderados, en la comarca de la Ribera. Alejandro Finisterre o Alexandre de Fisterra o Alexandre Campos Ramírez, falleció en Zamora, en su casa del barrio de Pinilla, a la edad de 87 años, el 9 de febrero de 2007. Sus cenizas fueron esparcidas en el Río Duero a su paso por la ciudad de Zamora y en el Atlántico en Finisterre.




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