Conocidos por su traje negro que sólo deja los ojos al descubierto, estos singulares mercenarios japoneses se encargaban de ejecuciones, secuestros, torturas, extorsiones y otros trabajos sucios. Practicantes del nin jutsu, arte marcial del camuflaje, espionaje y supervivencia desarrollada por los monjes de la montaña en el 500 a. de C., y especialistas en todas las artes de bu jutsu, conjunto de técnicas estratégicas y utilitarias -disfraz, escalada, explosivos-, se comunicaban entre sí mediante un lenguaje de signos.
Los ninjas se integraban en numerosos clanes secretos que estaban especializados en diversas técnicas. Eran dirigidos por un jonin, prudente y astuto estratega, cuya identidad sólo conocían dos chunin, personas responsables de que sus órdenes se ejecuta tan acertadamente. Este dirigía una vasta red de inteligencia que le mantenía informado de cuanto ocurría en su zona y le ponía en contacto con los shogun -señores feudales- cuando éstos deseaban encargarle una misión a cambio de dinero. Los ejecutores o genin mantenían una fidelidad y obediencia absoluta hacia sus jefes y vivían en zonas inaccesibles, entrenándose en lugares aislados.
Para los ninjas era un deshonor ser desenmascarados o capturados, en cuyo caso eran eliminados por sus compañeros o se suicidaban.
Fuente: Pulso Digital
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